12 de marzo de 2014

      El señor Victor Juárez miró al muerto. El hombre era de mediana edad y parecía muy decadente y sucio, aparte de todas las heridas en su cuerpo.

      Hacía una hora más o menos, un hombre viejo había llamado a la policía y contado que había encontrado a alguien muerto en una cabaña en la montaña. El inspector Juárez había llamado en seguida  a su equipo y había llegado al lugar del crimen donde todavía estaba. “Amanda, donde está el testigo?”, le preguntó a su ayudante que anotaba todo lo importante. “Por allí está, ¿ve? Ahí con los buscadores de huellas.”, respondió ella y señaló a un grupo de gente alrededor del muerto.

       Juárez se acercó a la gente: “Buenos días, señores. ¿Es usted Pablo Campello, el que ha encontrado al muerto?”. “Sí, soy yo”, contestó un viejito con un sombrero. En su mano tenía un bastón y en su boca una pipa. “Hola, soy el inspector Juárez”, explicó el inspector. “¿Puede contarme qué ha pasado en los últimos 40 minutos?”. “Hm, eso es fácil”, empezó Campello. “Yo caminaba por la montaña como muchas veces antes y quería descansar un poco en esta cabaña. Pero cuando entré por la puerta, vi solo sangre ¡y a este hombre en medio de todo el destrozo! En seguida llamé a la policía, por supuesto.”. “¿Ha visto a alguien aparte del muerto?”, preguntó Juárez. “Aquí en la cabaña no, pero un poco más lejos había un grupo de jóvenes, creo, alejándose corriendo. “¿En qué dirección anduvieron?”, quiso saber el inspector rápidamente. “¡Por ahí!” respondió Campello e indicó en dirección oeste.

      Inmediatamente enviaron al equipo en la dirección indicada y poco más tarde encontraron a un grupo de ocho jóvenes con tres chicas llorando y cinco chicos mirando al suelo y sin decir nada. Antes de que pudieran preguntar algo, una de las chicas sollozó y gritó: “¡Lo sentimos! No queríamos matar al hombre, ¡Fue un accidente!”. “¡Cállate, Berta!”, exclamó uno de los chicos y miraba enojado a Juárez y su equipo. “Basta ya, no tiene sentido discutirlo aquí. Vamos a la comisaria de policía y ahí nos contáis todo lo que sabéis del muerto, vale?”, interrumpió el inspector.

      Luego en la comisaria escucharon una historia trágica de un grupo de jóvenes del Frente de Juventudes que quería descansar en una cabaña, encontraba a un hombre sordomudo y lo mataba de miedo. El tribunal decidió que era homicidio y como todavía eran muy jóvenes, no tuvieron una pena muy grave.